– Podéis presenciar el ritual con máximo respeto, pero no debéis fotografiar la escena – Una voz tenue susurra justo detrás del altillo donde nos encontramos, y sobre el cual contemplamos como prenden un cuerpo envuelto en troncos de sándalo.

– Yo trabajo en el ghat, mi función aquí, es recoger los objetos de valor que caen de la pira funeraria, para después venderlos y ayudar a quien no tiene recursos para incinerar a sus familiares – Prosigue mientras en silencio y con escrupuloso respeto, continuamos presenciando el ritual.

Encorvado y con barba de varios días, pensaríamos que podría encontrarse en edad de jubilación. Pero la India pasa factura muy rápido para quienes viven allí, y posiblemente la persona quien trata de conversar con nosotros, ni siquiera supere los 35 años de edad.

De sobra sabemos que no trabaja en el ghat, y que mucho menos, trata de ayudar a aquéllos quienes no tienen recursos para incinerar a sus seres queridos. Solamente busca una limosna, de hecho tras pedirnos una donación, asegura que la llevará al templo de Shiva. Ubicado muy cerca, se encuentra alzado sobre las escalerillas del ghat.

Sin embargo nosotros, en silencio permitimos que prosiga con su explicación. A pesar de que nos pretende engañar, nos hace saber el proceso del ritual y comprender lo que presenciamos bajo nuestros pies. En India sucede a menudo, también hay que saber aprovechar la oportunidad.

La ciudad sagrada, es el lugar donde todo hindú desea llegar a su final. Quienes no pueden venir hasta aquí, tratan de ser incinerados en algún afluente del Ganges. Por ejemplo en Nepal, lo hacen a orillas del río Bagmati, en la ciudad de Kathmandú.

Los afortunados que pueden morir en Benarés, son traídos hasta aquí unos días antes de fallecer. Otros sin embargo, aún a pesar de no encontrarse enfermos y de tener buena salud, simplemente desean pasar los últimos años de su vida en algún auspicio de la ciudad. Lejos de ser una realidad, no es cierto que vayas a ver gente agonizante o medio moribunda tirada por cada rincón.

El ritual comienza cuando fallece familiar. El esposo de la difunta o el hijo mayor si el fallecido es un varón, es el encargado de dirigir la ceremonia. Siempre debe de ser un hombre, si no hay hijos se encargará otro familiar cercano, pero siempre un varón.

 

 

En primer lugar, el maestro debe de untar el cadáver en ghee, una manteca de ademas de considerarse sagrada, posee muchos nutrientes e incluso propiedades curativas. Ello, lo hacen para una vez prendido el cadáver, éste arda con mayor facilidad. Inmediatamente después debe raparse la cabeza al cero, hay muchas barberías en las orillas del río. Pudimos verlo con nuestros propios ojos.

Si te preguntas qué pintan las mujeres en el ritual, ellas son las encargadas de engalanar el cadáver. Lo envuelven en un sudario de color rojo si se trata de una mujer y blanco si es un hombre. Tras ello, lo engalanan quedando cubiertos de flores de muchos colores. Ambas orillas del río, se encuentra repletas de restos de sudario y sus elementos decorativos.

 

 

Una vez preparado el cuerpo, lo tumban en una especie de camilla fabricada en bambú, y lo trasladan hasta los ghats a orillas del río. Es posible ver a los familiares cargando con el cadáver por las calles de la ciudad, incluso llevándolo sobre la baca de un coche.

Una vez el cuerpo está preparado esperan a que un ghat de incineración se quede libre. Llegado el momento, los familiares preparan la pira funeraria y la cargan de leña para proceder a la incineración. Mientras tanto, el maestro de ceremonias se atavía con una túnica de color blanca.

En las callejuelas adyacentes a los ghats, es posible ver las básculas de pesaje y montañas de madera almacenada. Ésta, es transportada en barcas hasta la orilla por los «Doms», una subcasta de los intocables, los más repudiados en la sociedad hindú .

De todas las clases de leña, la de sándalo es la más valorada. Son necesarios entre 300 y 350 kg. para la cremación completa de un cuerpo, la cantidad usada, dependerá de la capacidad económica del fallecido. Cuanta mayor cantidad y calidad de la madera empleada, mayor será la certeza de que los restos sean completamente incinerados.

 

 

Una vez todo está preparado, sumergen el cuerpo bajo las aguas del Ganges para su purificación. Mientras, a su alrededor, puede haber otros quienes se encuentran tomando un baño o niños chapoteando, no hay problema por ello, los gahts también son lugar de reunión purificación para los demás.

A continuación, colocan la camilla y el cuerpo sobre la pira funeraria y lo cubren con más leña, hasta quedar completamente cubierto por troncos de madera. Tras dar cuenta sobre la identidad del difunto y las circunstancias del fallecimiento, el jefe del ritual se dirige al templo de Shiva. Con unas varillas de paja, toma de la llama eterna el fuego sagrado. Según mencionan, este fuego lleva más de miles de años prendido sin apagarse. Al retornar, dan cinco vueltas al rededor de la pira funeraria y le prende fuego al cadáver.

Los familiares permanecen junto a la pira mientras se incinera el cuerpo. A veces es posible oír el estallido del cráneo, o ver como algunas de las extremidades ya chamuscadas se desprenden de la pira. Éstos trozos se recogen del suelo, y los vuelven a meter en el fuego. Si el cráneo no estalla por sí, el jefe de ceremonias lo golpeará hasta hacerlo explotar.

 

 

A las mujeres no se les permite presenciar el ritual, ya que las consideran más propensas a llorar. Todos los fluidos corporales, contaminan el cuerpo y el espíritu del fallecido.

Después de tres horas desde el inicio de la cremación, se da por finalizada la incineración. Recogen los restos que no se han terminado de consumir, normalmente el corazón en los hombres y la cadera en la mujer, y los arrojan a las aguas contaminadas del Ganges.

Hay seis clases de personas que no se pueden incinerar. Los cuerpos de estas personas, son amarrados a una piedra pesada y arrojados al río. A veces el cadáver se desata con el paso del tiempo, por lo que es frecuente verlo flotar sobre la superficie del río. Éstas son las personas cuyos restos no se pueden cremar según la tradición hindú:

• Los leprosos, para no contagiar la enfermedad.
• Los sadhus, quienes se consideran santos.
• Los que son picados por una cobra, debido a que este animal es una representación de Shiva y por ello su veneno es purificador.
• Los que les faltan las piernas y los brazos, ya que son personas indefensas y por ello sin maldad.
• Las mujeres embarazadas, porque el feto que llevan es un alma pura.
• Los niños hasta los 10 años, cuyas almas también se consideran puras.

Así es Benarés, una ciudad tradicional, un auspicio sagrado para la religión hindú. Para muchos posiblemente el lugar con más carga emocional y espiritual de todo el Planeta. Un lugar donde la muerte envuelve a la vida y donde la vida encarna a la muerte. Un lugar sin duda para reflexionar.

 

 

 

 

 

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